domingo, 1 de diciembre de 2013

NO TE QUEDES NADA DENTRO.


Paseo, escucho música, me siento en la arena, leo un rato, tiro unas piedras buscando batir el récord de saltos, y me pongo a escribir.

Este fin de semana compartí velada con queridos antiguos compañeros y sus parejas, tarde de vino y rosas. Risas y conversaciones distraídas que te van llevando a otras, que a su vez desenvocan en otras, para sorpresa de de tu mente que mira hacia atrás y se pregunta, ¿Cómo llegué yo aquí? 

En ese divagar me encontré hablando de la importancia de los padres en nuestra vida, y tuve la suerte de compartir dicho tema con dos personas a las que la vida les ha hecho por desgracia catedráticos en estas lides, una pareja que perdierón sendos progenitores cuando no tocaba.

La figura de un padre es peculiar, está claro que hay padres y padres, y posiblemente no todo el mundo se identifique con lo que voy a decir, pero por lo general son personas a las que les cuesta menos demostrar el aprecio por medio de sus actos que dando un abrazo, actos que a veces no entendíamos y que en la edad del pavo nos hacían arder, y cuando la lengua se calienta uno dice muchas tonterías, tonterías que viniendo de quien vienen son auténticos puñales. 
Compartí el sentimiento de desear haberme metido la lengua en el culo en más de una ocasión, y es que a un padre no puede hacerle daño nada ni nadie, solo tiene un punto débil, y ese eres tú.

El mejor consejo que me dio una de estas personas fue, no te guardes nada por decirle a un padre, mañana quizá sea demasiado tarde.
 En mi caso, y en rasgos generales, él ya sabe que valoro mucho (ahora) todas las decisiones que tomó conmigo y que hacen que hoy por hoy sea feliz con lo que hago y valore cada día la suerte de tener este trabajo. 
Ahora que vivo lejos, y supero la treintena, soy más cociente de su obra, desde las grandes costumbres hasta las pequeñeces, y me sorprendo haciendo los ruidos que él  hace con las manos y la boca para divertir y entretener a los niños, aleccionando con sus discursos, que antaño yo cuestionaba. 

Quién me iba a decir, que hoy, en esta lejana playa, lanzar piedras como él me enseñó, no me resultaría tan divertido sin su presencia.