Este viernes se ha jubilado una compañera, fue su ultimo día después de treintitantos años en el mismo centro, allí ha enseñado a atarse las zapatillas a quienes después le han llenado las aulas de niños.
No he tenido la suerte de conocerla mucho, ni siquiera de verla trabajar para aprender de ella, solamente he tenido una relación cordial y casualidades de esta vida, me ha tocado a mi ( entre otros compañeros) ser testigo de su salida definitiva, del edificio que estoy seguro ha sido más que su vida.
En estos años he visto la marcha de varios compañeros rumbo a la vida que un día dejaron apartada, a sus hobbies, a dar a sus nietos el cariño y la dedicación que no pudieron dar a sus hijos en su día, por que estaban inmersos en la educación de los hijos de otros.
Esta experiencia siempre me hace pensar, como he dicho, el azar me ha echo presenciar las despedidas definitivas de personas a las que ni siquiera he podido coger cariño, y viceversa. En más de treinta años de docencia habrán tenido cientos de compañeros distintos, de mil lugares, algunos seguro muy queridos, otros odiados y otros ni fu ni fa; pero los que la vimos salir por última vez como maestra del colegio fuimos nosotros, a los que nos tocó y gracias a la ocurrencia de unos compañeros le hicimos un pequeño homenaje, insignificante diría yo, un simple pasillo de aplausos a una persona que tiene el corazón en boca por que traspasa una puerta que no volverá a abrir.
Si estuviera en su piel, estoy seguro que me entretendría todo lo que pudiera antes salir, daría abrazos, besos y me quedaría en el último lugar para recrearme en el momento, mi momento.
Solo fueron cinco minutos de un viernes cualquiera a las 2, pero me siento orgulloso de participar en dicho aplauso y de los que al igual que yo, sin conocerla mucho se quedaron.
Esta profesión te maltrata una y otra vez el corazón, con cambios de alumnos, de pueblos, de pisos, de compañeros que son mucho más que eso cuando vives lejos de tu familia, grandes amistades que año tras año debes dejar atrás. En solo 6 años tengo un saco lleno de experiencias y personas que me han enriquecido y en cierta manera son importantes para mi, compañeros de La Carolina, que me enseñaron a dar mis primeros pasos como maestro, de Alanis, de Lucena donde absorbí todo lo que pude de aquellos grandes y sabios maestros, de Motril que salvaron uno de los años más difíciles que he tenido,de Cantoria, La familia de Zafarraya que me mostraron lo importante que es la alegría en tu trabajo, por su puesto mis compis de este año en La Línea y los que vendrán
Estoy seguro que ninguno de ellos estará presente, (más allá de en mi corazón), el día que yo me despida de las aulas, Dios sabe donde estarán, pero a quien le toque ver al viejo bromista que espero ser, salir sin mirar atrás de su último destino , espero que como yo, valoren que antes de que ellos nacieran, yo ya estaba luchando por enseñar en tiempos difíciles y se esperen 5 minutos, para que me entretenga todo lo que pueda al salir.
Yo también he pensado a veces quién estará ahí, despidiéndome. Yo he despedido, y te juro que con apasionamiento, a amigos que han dejado la escuela. No sé si quiero que me despidan. Llega uno callado y a lo mejor debe irse también callado. Bonito tu texto, hombrecillo. Un abrazo grande. Te tengo fichado en la duda.
ResponderEliminarSi me avisas, ten por seguro que iré, pero no a despedirte, sino a echar unas cervezas para celebrarlo, aunque, con las nuevas reformas y el retraso en la edad de jubilación, puede que todos salgamos con los pies por delante. 1 abrazo.
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